Tras el descanso nocturno me reintegro en mi forma corporal con una sonrisa en el rostro. Estoy en el buen camino, aunque es cierto que, tanto mi profesor como otras personas de ERA me han advertido que, aunque la profesión de agente inmobiliario puede ser muy reconfortante (pocas cosas hay tan gratificantes como ayudar a que las personas cumplan sus sueños), y proporcionar unos altos ingresos, requiere esfuerzo, dedicación y mucho trabajo duro. No es de hoy para mañana. Se necesita tiempo. Es como nuestra agricultura: plantas una vaca y hasta dos o tres lustros después no florecen los terneros. Para que los clientes te busquen a ti y no al revés, hace falta profesionalidad, honestidad, voluntad, humildad y varias cualidades más que también terminan en “dad”. El resumen de estos breves datos es que debo tener en cuenta que, en cada elemento de esta vida siempre hay un factor suerte que influye y, en mi caso, encontrar una cliente tan ideal, es la demostración. No todos van a ser así de colaboradores ni se van a mostrar conformes con nuestra oferta y, además, están en su derecho: la compra o venta de una propiedad es algo demasiado personal.